dijous, 13 d’abril del 2017

Els meus viatges



dissabte, 3 de setembre del 2011

Jabón de Tabaco Toscano

Como sabes que me gusta tener en casa jabones de olores diferentes, que rechazo los del supermercado y sobre todo los de marcas blancas, me has comprado, en una tienda pequeñita del Born, un jabón de tabaco toscano.

El jabón parecía una joya de marfil con vetas de ébano, envuelta en un papel fino y suave, dentro de una caja marrón con letras doradas.

 Al sacarlo de su estuche, he sentido un aroma indefinido pero rotundo; no me ha parecido tabaco, más bien algún tipo de madera de fuerte olor; últimamente todo me huele a madera. 

He decidido usarlo (normalmente los guardo en el cajón durante un tiempo y, cuando uno se acaba, elijo con cuidado el siguiente) Al principio, al fregarlo entre mis manos bajo el agua, no me ha parecido nada especial; pero, al insistir, el olor ha llenado todo el espacio del baño.

He estado lavándome las manos durante un buen rato.


diumenge, 30 de gener del 2011

El ganivet al forat


El ganivet al forat.


M’he perdut! Definitivament m’he perdut.

Mira que és petita l’illa; amb el Josep hem calculat les mides: aproximadament 1 Km d’ampla per 2 de llarga. I jo... va i em perdo!. Per acabar-ho d’adobar, el Josep va fer un mapa en una fulla de plataner i jo l’he oblidat al forat que fem servir d’armari.

No sé quant de temps passarà abans em trobi a faltar; el Josep estarà distret, fent veure que escolta la ràdio (ja fa temps que no té piles); quan escolta la ràdio l’hi passen les hores sense pensar.

Potser se’n adonarà que no estic quan busqui el ganivet al forat i no el trobi. Segur que preguntarà:

- Maria, on has posat el ganivet?

I jo, aquesta vegada, no estaré per respondre:

- Al lloc de sempre, carinyu, al forat, darrere el mapa de l’illa.

divendres, 17 de desembre del 2010

Por arte de birlibirloque

Mah se convierte en mago por arte de birlibirloque.

Dejamos a nuestro amigo Mah, saliendo del templo de todas las compras, con su bolsa verde-blanca y, en ella, un perfume para su querida Montse.

            Mah emergió, fue expulsado, vomitado por las puertas del sacrosanto espacio; como si de un parto se tratase. Dolorosa experiencia, la de sentirse excluido de aquel lugar cálido, luminoso, en el que, por un breve instante, creyó levitar entre la suave música y el olor de los perfumes.

            El exterior, ese otro lugar que llamamos plaza Cataluña, era frío y oscuro. La música desapareció devorada por la vorágine de los taxis que, como abejorros de antena verde, se acercaban zumbando a la parada; y del perfume... qué decir: evaporado, esfumado, en fin, desaparecido.

Para Mah fue como una revelación, una epifanía, un despertar. Qué mejor trabajo podía encontrar que el de buscar en la oscuridad, sumergirse, bucear en ella para dar respuesta a tantas preguntas que flotaban, sin respuesta, como bolsas vacías, en el sombrío cielo de la ciudad.

Necesitaba consejo. Quizás Mandi podía dárselo.

-Saludos, Mandi.
-Saludos, Mah.
-Necesito de tu consejo, Mandi.
-Tú dirás, Mah.
-He decidido cambiar mi suerte. -Las palabras de Mah sonaron demasiado rotundas-. ¡Quiero ser como el mago Lary!
-¡Qué estudipez! -le espetó Mandi-. ¿Quieres dedicarte a jugar con cartas trucadas, sacar pañuelos de un sombrero y ramos de flores de tu boca? -La indignación de Mandi era feroz.
-No; yo lo que quiero es adivinar el futuro y curar el mal de amores.
-Entonces te has equivocado de mago. -Como se puede deducir, Mandi era todo un experto en la materia-. Quieres decir un mago de verdad, un mago como yo.
-Si, eso, un mago como tú. -Mah se levanto exaltado-. ¡El mejor de los magos de Barcelona!
-Pues vas a necesitar mucho tiempo y dedicación. -Mandi empezaba a pensar que no era una buena idea dar alas a la ambición de Mah-. Y también vas a necesitar material: una bola de cristal (como si de una hechicera se tratase), cartas de tarot, algún que otro lagarto seco (o mejor, un camaleón), hierbas, piedras de colores, cuerdas trenzadas [...], flores secas, amuletos de marfil, alguna sustancia alucinógena y más que nada una gran caja de cartón para meterlo todo.
-Veo que se me acumula el trabajo. Gracias por tus consejos, Mandi.
-De nada, Mah.
 
No le llevó mucho tiempo encontrar todo el material; le costó un poco el asunto del camaleón y, lo que más, la caja de cartón: no encontraba ninguna de su gusto (con la consistencia y el tamaño apropiados). Al final, se contentó con una que recogió a las puertas de un supermercado: «Merca-algo», ponía en el letrero.

            A Mah, ya solo le faltaba encontrar un lugar donde instalar su negocio.









dijous, 11 de novembre del 2010

El mago Mah y Barcelona




Me gustaría poder ayudaros.
           
Si queréis saber más cosas de Mah, no os molestéis en llamar a su móvil; el número no corresponde a ningún abonado.... y del descuento para antiguos clientes, olvidaros, una patraña.  La información que buscáis, os la puedo proporcionar yo previo pago de un pequeño donativo. ¡Ya sabéis como están las cosas últimamente!

Conocí a Mah hace años, poco después de su llegada a la ciudad. En aquella época, tan lejana ya, Mah llevaba su negocio el solo, “yo me lo guiso, yo me lo como”.  Sus funciones abarcaban todo el amplio espectro de eso que llamamos business: publicista, manager, empleado del mes, auditor, gestor...; su oficina..., la rotonda del metro de plaza Cataluña, donde se mezclan los viajeros de línea 3, de la 5, los Ferrocarriles de la Generalitat, los turistas, los rateros reincidentes y, de tanto en tanto, un coro de gospel.

Según explicaba había llegado de Senegal meses antes y, aunque todos sabemos que muchos africanos llegan a Europa después de una larga travesía, por el desierto primero y más tarde por mar, Mah aseguraba que había llegado con su visado de turista en un avión, reluciente y nuevecito, de alguna compañía de nombre extraño. El viaje, según contaba, y no hay porqué dudar de su palabra, había sido de todo menos tranquilo: a la novedad del desplazamiento aéreo, se le sumaron las diferentes escalas en aeropuertos más o menos perdidos en el continente africano, los traqueteos del aparato, la ingesta de coñac, bebida que nuestro amigo tomó por té, y que, contra lo esperado, le proporcionó una evidente somnolencia,.... y que se yo cuantas cosas más.

En la bolsa, además de raíces y amuletos, traía una pequeña libreta con varias direcciones y números de teléfono. Pronto descubrió que los inmigrantes cambian a menudo de domicilio y que los teléfonos dejan de funcionar por falta de pago. Nadie atendió sus llamadas. Decidió buscarse la vida, como vulgarmente se dice. Y busco trabajo cuando todavía lo había, y lo encontró. Nada del otro mundo y no por mucho tiempo: barrendero, ayudante de paleta, extra en una película de Ventura Pons, reponedor de supermercado...  Al poco tiempo comprendió que no era ese su camino, que por ahí no iba a ninguna parte, y que, con ese currículum, no tenía futuro.

Un día, en el metro, cuando ya empezaba a perder las esperanzas, alguien le dio un papelito. En un primer momento ni lo miró; fue un rato después, cuando, sentado en un banco del parque de Can Boixeres, se fijó en aquellas letras negras que parecían gritarle desde el fondo blanco del papel.

Y entonces, sus ojos se empezaron a iluminar y en su rostro se dibujó una sonrisa.

MANDI
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diumenge, 31 d’octubre del 2010

Agés



En Agés, una noruega y una masai.

Agés es un pueblo cerca de Burgos. Tiene lo que han de tener los pueblos del Camino de Santiago: iglesia, alberges, algún bar y un camino. El camino llega desde el este, a través de campos y bosques; y se va por la carretera, como los viajeros, en dirección a Atapuerca.
En el pueblo también tienen una noruega en una casa. No se si el pueblo tiene una noruega o la noruega tiene una casa en el pueblo; pero para mi forman un todo: la noruega, la casa y el pueblo.
A la noruega igual la conocéis, es Anja. La casa y el pueblo quizás no. Poco sé del pueblo; visité la ermita del Rebollo, me llegué hasta la iglesia y lo atravesé varias veces, arriba y abajo, por la carretera.
La casa es antigua, muy grande, y por la mañana, en verano y si no hay niebla, luminosa. Un zaguán con una puerta antigua, una cocina, tan antigua como la puerta, cálida y acogedora, un establo con el suelo de piedra, desigual y oscuro, y una cocina de humo, que antiguamente serviría para ahumar las morcillas y ahora sustituye a la nevera.
La escalera, amplia, traicionera. Los escalones, desiguales y la piedra llena de huecos y concavidades. Hay que mirar donde pisas. Pero, cuando ya has subido y bajado un par de veces, parece que se hace amiga tuya y te conduce, plácidamente, al piso, donde las habitaciones se asoman al sol de la mañana.
Y, más arriba, toda la casa abierta en un gran espacio, con las vigas y el techado de madera como cielo, casi vacío. Apenas una mesa con su silla, unas velas, unas banderolas tibetanas y una mesilla baja con una Biblia, un Corán y, quizás, una cruz.
¿Y la masai?  La vemos en Atapuerca, por la noche, se llama Naini Oleswheel.




diumenge, 26 de setembre del 2010

Agés


El sostre de la casa de l'Anja a Agés.