divendres, 17 de desembre del 2010

Por arte de birlibirloque

Mah se convierte en mago por arte de birlibirloque.

Dejamos a nuestro amigo Mah, saliendo del templo de todas las compras, con su bolsa verde-blanca y, en ella, un perfume para su querida Montse.

            Mah emergió, fue expulsado, vomitado por las puertas del sacrosanto espacio; como si de un parto se tratase. Dolorosa experiencia, la de sentirse excluido de aquel lugar cálido, luminoso, en el que, por un breve instante, creyó levitar entre la suave música y el olor de los perfumes.

            El exterior, ese otro lugar que llamamos plaza Cataluña, era frío y oscuro. La música desapareció devorada por la vorágine de los taxis que, como abejorros de antena verde, se acercaban zumbando a la parada; y del perfume... qué decir: evaporado, esfumado, en fin, desaparecido.

Para Mah fue como una revelación, una epifanía, un despertar. Qué mejor trabajo podía encontrar que el de buscar en la oscuridad, sumergirse, bucear en ella para dar respuesta a tantas preguntas que flotaban, sin respuesta, como bolsas vacías, en el sombrío cielo de la ciudad.

Necesitaba consejo. Quizás Mandi podía dárselo.

-Saludos, Mandi.
-Saludos, Mah.
-Necesito de tu consejo, Mandi.
-Tú dirás, Mah.
-He decidido cambiar mi suerte. -Las palabras de Mah sonaron demasiado rotundas-. ¡Quiero ser como el mago Lary!
-¡Qué estudipez! -le espetó Mandi-. ¿Quieres dedicarte a jugar con cartas trucadas, sacar pañuelos de un sombrero y ramos de flores de tu boca? -La indignación de Mandi era feroz.
-No; yo lo que quiero es adivinar el futuro y curar el mal de amores.
-Entonces te has equivocado de mago. -Como se puede deducir, Mandi era todo un experto en la materia-. Quieres decir un mago de verdad, un mago como yo.
-Si, eso, un mago como tú. -Mah se levanto exaltado-. ¡El mejor de los magos de Barcelona!
-Pues vas a necesitar mucho tiempo y dedicación. -Mandi empezaba a pensar que no era una buena idea dar alas a la ambición de Mah-. Y también vas a necesitar material: una bola de cristal (como si de una hechicera se tratase), cartas de tarot, algún que otro lagarto seco (o mejor, un camaleón), hierbas, piedras de colores, cuerdas trenzadas [...], flores secas, amuletos de marfil, alguna sustancia alucinógena y más que nada una gran caja de cartón para meterlo todo.
-Veo que se me acumula el trabajo. Gracias por tus consejos, Mandi.
-De nada, Mah.
 
No le llevó mucho tiempo encontrar todo el material; le costó un poco el asunto del camaleón y, lo que más, la caja de cartón: no encontraba ninguna de su gusto (con la consistencia y el tamaño apropiados). Al final, se contentó con una que recogió a las puertas de un supermercado: «Merca-algo», ponía en el letrero.

            A Mah, ya solo le faltaba encontrar un lugar donde instalar su negocio.